lunes, 29 de agosto de 2016

Las tres alturas


Colombia está atravesando uno de los momentos más cruciales de su historia reciente. Este momento se encuentra marcado por la negociación del actual gobierno con la principal guerrilla, FARC EP. Como fruto de este proceso de cuatro años, el país cuenta con un documento de 297 páginas que contiene lo pactado entre estas dos fuerzas. En medio de ellas y de todo lo pactado estamos los colombianos.

Tanto frente al proceso de negociación como frente a lo pactado hay posiciones bastante encontradas, unas completamente favorables y otras de rotunda oposición. Ciertamente la polarización poco aporta a los debates y en general a los esfuerzos que la sociedad debe disponer para construir la paz. También es posible encontrar posiciones más moderadas, pero nunca neutras. Quizás exista una tercera posición, menos común en los debates polarizados, pero no por ellos menos grave: la indiferencia.

El gobierno colombiano, especialmente el de Juan Manuel Santos, tiene que estar a la altura del momento histórico. Poco importan las encuestas y los réditos políticos que otorga la opinión pública a los funcionarios que le agradan. Algo que tiene el poder de transformar tan profundamente el país va mucho más allá del titular o el post en redes sociales. La altura que se le pide al presidente es la de buscar el bien común y mantenerse en ello con la mayor fortaleza posible. Para ello es importante una visión metahistórica, es decir que abarca el pasado, el presente y el futuro. En el momento presente debe discernir el bien superior, no sólo para los hombres de hoy, sino pensando en la deuda con los colombianos del pasado y con los del futuro.

Por otra parte, las FARC EP tienen que alcanzar su propia altura, no la de las montañas que durante tantas décadas fueron su refugio. La altura que ellos están llamados a alcanzar es la de la verdad. La justicia transicional pactada, exige una verdad si se quiere llamar, narrativa. Una verdad que cuente y hasta demuestre lo que ocurrió y quien estuvo tras de ello. Es en principio una verdad orientada a los hechos para que sean conocidos, reconocidos y nunca más vuelvan a ocurrir. Pero la verdad a la que se deben elevar es mucho mayor y traspasa los límites de la justicia transicional. Las FARC EP deben alcanzar la veracidad, el hábito de actuar en y la verdad. Poco le sirve a Colombia que deje de existir en la ilegalidad un grupo de hombres y mujeres disciplinados, que niegan el derecho y la dignidad humana con acciones sistemáticas de violencia, si en la legalidad terminan comportándose como los demás políticos, empresarios y ciudadanos corruptos o de doble vida. Están llamados a ser ciudadanos y políticos de verdad.

Finalmente, una altura mucho mayor, a la del presidente y las FARC EP,   es la que debe lograr la sociedad colombiana. Si bien la paz requiere de las instituciones públicas y de las estructuras democráticas, no emerge de ella, así como no lo hace la sociedad misma. La paz emerge del corazón del hombre, que es el lugar donde se afinca el deseo del bien, de la verdad y del amor. La altura que espera a los colombianos es la de un proyecto común de nación, que supere el  centralismo capitalino y el revanchismo regionalista, que supere los caudillismos políticos y el indiferentismo entre otros asuntos. Los colombianos nunca podremos exigirle al presidente (a los demás políticos y funcionarios) y a las FARC EP que se comprometan a lograr sus respectivas alturas si no trabajamos por lograr la propia. Al final, los políticos de una sociedad tienen la altura y los violentos alcanzan la bajeza que tienen sus ciudadanos.  

Para terminar, unas palabras de Juan Pablo II “Ciertamente son muchos los factores que pueden favorecer el restablecimiento de la paz, salvaguardando las exigencias de la justicia y de la dignidad humana. Pero no podrá emprenderse nunca un proceso de paz si no madura en los hombres una actitud de perdón sincero. Sin este perdón las heridas continuarán sangrando, alimentando en las generaciones futuras un hastío sin fin, que es fuente de venganza y causa de nuevas ruinas. El perdón ofrecido y aceptado es premisa indispensable para caminar hacia una paz auténtica y estable” (Mensaje para la celebración de la XXX JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ, 1 de enero de 1997)



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