jueves, 29 de noviembre de 2012

El choque de dos antropologías

Recientemente en Colombia se llevó a cabo la elección del Procurador General de la Nación, teniendo como resultado la reelección de Alejandro Ordoñez. Este funcionario público no ha pasado desapercibido en sus casi cuatro años de gestión. Sus actuaciones han producido polémicas en las que se evidencia la polarización de la sociedad colombiana. Específicamente las relativas al matrimonio homosexual y al aborto han sido duramente criticadas o gratamente recibidas. ¿Y porque dichas actuaciones o pronunciamientos despiertan la rabia y el amor? Lo que se encuentra en el trasfondo de sucesos como los ocurridos con Ordóñez consiste en el  choque de dos antropologías, dos imágenes del ser humano totalmente antagónicas.


De un lado tenemos una antropología que se afirma sobre sí misma definiendo la libertad creadora como la forma ultima en que se expresa lo humano. El ser humano se crea y recrea en la historia con la fuerza de su voluntad que es deconstructiva. Es un proceso que sólo puede crear un nuevo orden destruyendo el orden existente. Así la identidad personal es siempre dinámica, histórica y cultural, “producto” por ejemplo de la “preferencia sexual”. Es una identidad que nace de la transgresión de los límites de la tradición cultural y en especial de la naturaleza. Límites que según esta imagen del hombre, se expresan en una antropología esencialista que aniquila el principio de libertad.

Por otra parte, tenemos una antropología que se afirma en la realidad. Una imagen del hombre que parte de lo existente para construir; que parte de la “persona”, ese modo de existir que nos permite decir “yo” y que por lo tanto requiere de un “tú”, al que nunca se busca aniquilar. La naturaleza es la condición de posibilidad de todo proceso creativo en la cual los límites guardan de la desesperación propia de las posibilidades infinitas. Es una imagen del hombre donde la identidad es un “don” que se nutre de a libertad.

Se trata del choque de dos antropologías que afirman la nota creativa del destino humano, pero que difieren en la forma de realizarla, una destruye la otra construye.






lunes, 26 de noviembre de 2012

Religión y defensa de la vida



 
Días atrás, llegó a mi correo electrónico un mensaje de un grupo pro-vida que se ocupa de la denuncia del aborto especialmente a través de medios virtuales y redes sociales. Entre la abundante información que contenía dicho correo, una de las frases afirmaba categóricamente que el debate pro-vida es “netamente jurídico y científico”, con lo cual los demás campos y argumentos, en especifico el religioso, quedaban vetados. Inicialmente mi reacción fue rechazar tal postura a la vez que tratar de entender su contexto. Y es que muchas de las intervenciones públicas que hacen los defensores de la vida, terminan pareciendo una homilía cuyo mensaje es indescifrable para interlocutores agnósticos, ateos o relativistas. Sin embargo, esta deficiencia no es motivo para invalidar la posición y argumentación de base religiosa en medio de ese difícil debate (cultura de la vida vs cultura de la muerte). Al invalidar este ángulo, con el que se puede mirar una situación nefasta como el aborto, los defensores pro-vida se alinean con los pro-abortistas o promotores de la cultura de muerte, quienes sostienen que el creyente no es un interlocutor con las credenciales necesarias.  Anular la posición religiosa en un debate como el señalado, en medio de una sociedad que se autoafirma como plural, es sucumbir ingenuamente al laicismo. Recordemos que el laicismo es una ideología que tiene como objetivo aniquilar toda referencia a la dimensión religiosa de la persona y la sociedad, y que es particularmente hostil al Cristianismo de la Iglesia Católica.

El creyente tiene tanto derecho como cualquier otro a participar en los debates de la sociedad, pero también tiene la obligación de conocer y exponer otras razones diferentes a las ofrecidas por su credo específico. Los argumentos religiosos son importantes y validos, pero también es necesario tener argumentos de otro tipo: económicos, científicos, políticos, jurídicos, filosóficos, etc.


Nuevamente la escritura

Días atrás me embargó la nostalgia por escribir, práctica a la que he coqueteado en varios momentos de mi vida. Han pasado unos dos años desde el último amago y hoy veo con claridad que existe una relación directa entre escribir y vivir, por lo menos en que se puede escribir acerca del devenir vital, pero sobre todo porque la escritura es una forma de cumplir el anhelo de permanecer. ¿Será pues, esta nostalgia, un reclamo de permanencia?