lunes, 26 de noviembre de 2012

Religión y defensa de la vida



 
Días atrás, llegó a mi correo electrónico un mensaje de un grupo pro-vida que se ocupa de la denuncia del aborto especialmente a través de medios virtuales y redes sociales. Entre la abundante información que contenía dicho correo, una de las frases afirmaba categóricamente que el debate pro-vida es “netamente jurídico y científico”, con lo cual los demás campos y argumentos, en especifico el religioso, quedaban vetados. Inicialmente mi reacción fue rechazar tal postura a la vez que tratar de entender su contexto. Y es que muchas de las intervenciones públicas que hacen los defensores de la vida, terminan pareciendo una homilía cuyo mensaje es indescifrable para interlocutores agnósticos, ateos o relativistas. Sin embargo, esta deficiencia no es motivo para invalidar la posición y argumentación de base religiosa en medio de ese difícil debate (cultura de la vida vs cultura de la muerte). Al invalidar este ángulo, con el que se puede mirar una situación nefasta como el aborto, los defensores pro-vida se alinean con los pro-abortistas o promotores de la cultura de muerte, quienes sostienen que el creyente no es un interlocutor con las credenciales necesarias.  Anular la posición religiosa en un debate como el señalado, en medio de una sociedad que se autoafirma como plural, es sucumbir ingenuamente al laicismo. Recordemos que el laicismo es una ideología que tiene como objetivo aniquilar toda referencia a la dimensión religiosa de la persona y la sociedad, y que es particularmente hostil al Cristianismo de la Iglesia Católica.

El creyente tiene tanto derecho como cualquier otro a participar en los debates de la sociedad, pero también tiene la obligación de conocer y exponer otras razones diferentes a las ofrecidas por su credo específico. Los argumentos religiosos son importantes y validos, pero también es necesario tener argumentos de otro tipo: económicos, científicos, políticos, jurídicos, filosóficos, etc.


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