Ahí va un pedasito de A. de S. Exupery. Incomensurable es la
persona humana. Diez mineros perecerán rescatando uno atrapado. Un Dios
se ha crucificado por salvar no un minero, sino cientos de miles de
personas. ¿Qué valor le das a tu vida?
«Encontré
aquí la contradicción que no sabría resolver. Pues la grandeza del
hombre no está hecha sólo del destino: cada individuo es un imperio.
Cuando
un derrumbe se produce en la mina, y ésta se ha cerrado sobre un
minero, la vida de la ciudad queda suspendida. Los compañeros, los
niños, las mujeres, permanecen allí, angustiados, mientras los
salvadores, bajo sus pies, cavan con sus picos las entrañas de la
tierra.
¿Se trata de salvar una unidad entre la muchedumbre? ¿Se
trata de liberar un ser humano, como se libraría un caballo, después de
haber pesado los servicios que aún puede rendir? Diez compañeros
perecerán quizá en su empresa de socorro, ¡qué mal cálculo de
beneficios!... Pero no se trata de salvar una hormiga entre las hormigas
del hormiguero, sino una conciencia, un imperio cuya importancia no se
puede medir. Bajo el cráneo estrecho de ese minero atrapado por unos
maderos, reposa un mundo. Parientes, amigos, un hogar, la sopa caliente
de la noche, canciones para los días de fiesta, ternuras y cóleras,
quizá hasta un impulso social, un gran amor universal. ¿Cómo medir al
hombre? El antepasado de éste, dibujó, cierta vez, un reno sobre el muro
de una caverna, y su gesto, doscientos mil años después, vive aún. Nos
conmueve. Se prolonga aún en nosotros. Un gesto del hombre es una fuente
eterna.
Así debamos perecer, extraeremos de su pozo de mina a ese minero universal aunque solitario.»
Antoine de Saint-Exupéry, Un sentido de la vida, p. 61.