lunes, 3 de diciembre de 2012

Imponer la muerte

El individuo de la especie humana, es aquel ser vivo que por su origen y configuración genética pertenece a la especie homo sapiens. Por su origen, ya que es necesario el proceso procreativo con la participación de los gametos masculino y femenino. Por su configuración genética ya que los genes presentes en tales gametos no son otros que los de la especie humana. Así, cuando un hombre y una mujer procrean, no pueden sino procrear otro ser humano. Esto que la ciencia tiene perfectamente claro, aunque no completamente descifrado, parece ser pasado por alto en los ejercicios políticos y jurídicos de la sociedad posmoderna. La promoción del aborto como un derecho es el caso más emblemático. Se hace política con la muerte.  
 
En Colombia, el intento de hacer política con la muerte no es para nada nuevo. Algo de eso ya se padeció con el narcotráfico de los 80 y 90, con el paramilitarismo y el terrorismo guerrillero. A lo que no estábamos acostumbrados, es ver a los mandatarios de las grandes ciudades enarbolar la bandera de la muerte en pleno ejercicio de su mandato. Primero fue Alonso Salazar (exalcalde de Medellín) con el proyecto “Clínica de la Mujer”, ahora es Gustavo Petro (Alcalde de Bogotá) con la habilitación de “los hospitales muerte”. La noticia fue dada por su Secretario de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo. En ambos casos la decisión ha tenido sustento en las sentencias de la Corte Constitucional relativas al aborto, pero lo más llamativo ha sido el tono “impositivo” con el que ambas propuestas se plantearon.
Hacer política con la muerte no es posible sin imposiciones. En primer lugar está la imposición de la muerte a algún individuo de la especie humana, que en el caso de Bogotá serán los que esperan nacer; en segundo lugar, se impone esta muerte a la sociedad que la atestigua, como cuando paramilitares o guerrilleros obligan a presenciar los asesinatos a familiares y seres queridos de las victimas. La comparación ciertamente es fuerte, pero ilustra la dimensión de lo que está ocurriendo en Bogotá y que es mucho mayor, ya que se está obligando a las mujeres no sólo a ser testigos, sino cómplices de un asesinato.  
En momentos como estos, la ciudadanía debe pronunciarse y tomar acciones, sentar un precedente que se caracterice por proponer y afirmar la vida, por dar soluciones reales a los dramas que se esconden detrás de un aborto. De lo contrario, la política de la muerte habrá dado un paso más apoyada por la indiferencia.  

 

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