El individuo de la especie humana, es aquel ser vivo que por
su origen y configuración genética pertenece a la especie homo sapiens. Por su
origen, ya que es necesario el proceso procreativo con la participación de los
gametos masculino y femenino. Por su configuración genética ya que los genes
presentes en tales gametos no son otros que los de la especie humana. Así, cuando un hombre y una mujer procrean, no pueden sino procrear otro ser humano.
Esto que la ciencia tiene perfectamente claro, aunque no completamente
descifrado, parece ser pasado por alto en los ejercicios políticos y jurídicos de
la sociedad posmoderna. La promoción del aborto como un derecho es el caso más emblemático.
Se hace política con la muerte.
En Colombia, el intento de hacer política con la muerte no
es para nada nuevo. Algo de eso ya se padeció con el narcotráfico de los 80 y
90, con el paramilitarismo y el terrorismo guerrillero. A lo que no estábamos acostumbrados,
es ver a los mandatarios de las grandes ciudades enarbolar la bandera de la
muerte en pleno ejercicio de su mandato. Primero fue Alonso Salazar (exalcalde
de Medellín) con el proyecto “Clínica de la Mujer”, ahora es Gustavo Petro (Alcalde
de Bogotá) con la habilitación de “los hospitales muerte”. La noticia fue dada
por su Secretario de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo. En ambos casos la decisión
ha tenido sustento en las sentencias de la Corte Constitucional relativas al
aborto, pero lo más llamativo ha sido el tono “impositivo” con el que ambas
propuestas se plantearon.
Hacer política con la muerte no es posible sin imposiciones.
En primer lugar está la imposición de la muerte a algún individuo de la especie
humana, que en el caso de Bogotá serán los que esperan nacer; en segundo lugar,
se impone esta muerte a la sociedad que la atestigua, como cuando paramilitares
o guerrilleros obligan a presenciar los asesinatos a familiares y seres
queridos de las victimas. La comparación ciertamente es fuerte, pero ilustra la
dimensión de lo que está ocurriendo en Bogotá y que es mucho mayor, ya que se está
obligando a las mujeres no sólo a ser testigos, sino cómplices de un asesinato.
En momentos como estos, la ciudadanía debe pronunciarse y
tomar acciones, sentar un precedente que se caracterice por proponer y afirmar
la vida, por dar soluciones reales a los dramas que se esconden detrás de un
aborto. De lo contrario, la política de la muerte habrá dado un paso más
apoyada por la indiferencia.
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